El interés por probar lo que se come en otras culturas y latitudes ha ido en aumento. Y si viajamos, podemos comer todo tipos de alimentos exóticos para nuestros paladares. Por ejemplo, en México, con sus famosos chapulines (una especie de saltamontes) fritos mezclados con salsa de guacamole verde con un sabor semejante al de las gambas fritas. En el Amazonas brasileño es habitual que te agasajen, después de haberlas pescado, con una sopa de pirañas. En Perú, y en otras zonas andinas, sus habitantes adoran comer Cuy: una especie de cobaya que preparan asado y atravesado, como si fuese al espeto, con una vara. En la capital de Kenia, Nairobi, está unos de los restaurantes más famosos y visitados por los turistas de África: el Carnivore. Allí se puede degustar las mayoría de los animales salvajes de este continente, siempre provenientes de granjas de crianza. Uno no debe levantarse de la mesa sin haber probado camello, cocodrilo, avestruz, además de ternera y pollo antes de brindar con Dawa, el cóctel de la casa (que significa pócima mágica en idioma suajili). Los que viajen a Asia encontrarán una gran diferencia con el mundo occidental: pocas personas compran un pescado o marisco que no esté vivo. En China es plato típico el pato laqueado pekinés, aunque no es de extrañar ver en los mercados de países como Tailandia, Vietnam, India… todo tipo de animales para su consumo: serpientes, monos, iguanas.
Ya se sabe, todo que se arrastra, corre o vuela, va a la cazuela.
