Mi Pasaporte

Agustín M. Vázquez

“El mundo es un libro, y quienes no viajan leen solo una página”.

Esta frase, atribuida a San Agustín de Hipona, puede definir la filosofía de un agente de viajes. 32 años de experiencia prescribiendo y gestionando viajes me han demostrado que es necesario conocer el producto para recomendarlo y así acertar en lo que se ofrece a los clientes. De 194 países que hay en el mundo, he visitado más de 50, empezando por Portugal (cuando Schengen era más conocida por ser una ciudad de Luxemburgo que por el nombre de un tratado).

Ya como profesional, el interés y la oportunidad que me brindaron operadores turísticos, aerolíneas y cadenas hoteleras—junto con el apoyo de organismos turísticos—, me permitieron visitar los cinco continentes, y espero que algún día, con un viaje a la Antártida, cumpla mi objetivo de visitar la media docena. Debo reconocer que con mi trabajo he vivido el sueño de cualquier amante de los viajes: volar en clase business, alojarme en hoteles de lujo y realizar actividades diseñadas de forma personalizada.

Y a pesar de la belleza de nuestro mundo, mi parte favorita de viajar son las interacciones con los habitantes de los lugares que visito. Gracias a la virtud de los que acogen al forastero he aprendido a cantar el Jambo en una escuela de Tanzania, al pie del Kilimanjaro; participé en una ceremoniosa sesión de té en Japón, y en Bora Bora di mis primeros pasos de una danza de Polinesia.

Estos son sólo unos ejemplos de las amplias experiencias que no pueden ser sustituidas por un vídeo o por una conexión a internet. Debemos verlas, oírlas, olerlas, y saborearlas para poder sentirlas,  y eso solo es posible viajando, y ya en el destino, compartiendo nuestro tiempo y vivencias con sus gentes.

Este es, sin duda, el mayor sello del que alguien puede presumir en su pasaporte.