Samarkanda, la Ruta de la Seda

Pocos nombres como Samarkanda evocan ciudades legendarias y románticas de Asia central. Siendo la segunda capital más importante del país, del ya independiente Uzbekistán, esta es una urbe moderna abrumada por su pasado e historia. Su ubicación en la encrucijada de la Ruta de la Seda —el nexo de comunicación más ancestral que se conoce entre Oriente y Occidente—, el tránsito continuo de las caravanas comerciales que traían las especias de China y la India y su condición de lugar de descanso de viajeros como Gonzalo Ruy de Clavijo o el propio Marco Polo, convierten Samarkanda en uno de los destinos preferidos para los viajeros que buscan algo diferente.

El país, enmarcado entre el desierto Kyzylum y las altas cumbres del Hindu Kush, posee grandes ríos, como el Amu Darya y el Syr Darya, que han venido abasteciendo al mítico mar de Aral, y ciudades milenarias donde conquistadores como Alejandro Magno o Gengis Kan han dejado su vestigio. Samarkanda es una de ellas. En su plaza de Registán se encuentra una de las cúpulas policromadas más bellas del mundo islámico. Uzbekistán también ofrece ciudades perdidas en medio del desierto, como Bujara, sede de más de 140 monumentos protegidos por la Unesco. O Khiva, donde fascinan sus minaretes policromados, plazas y antiguos palacetes… como si fuese un museo al aire libre, delimitado por las murallas. Además, con un poco de suerte el viajero topará con grupos nómadas que todavía se desplazan con su ganado pernoctando en las clásicas yurtas (tiendas) de fieltro, transportadas a lomos de camellos bactrianos. La ruta de Samarkanda es el destino para unas insólitas vacaciones.

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