Estos días se debería estar celebrando en Múnich, concretamente en la explanada de Theresenwiese, la Oktoberfest, la fiesta de la cerveza mas grande del mundo. Cada año millones de visitantes dejan sus actividades diarias para beber cerveza, comer salchichas, escuchar música y pasarlo a lo grande en la celebración popular mas conocida de Alemania. Este año, por la pandemia, no pudo ser.
Si bien Múnich presume de maravillosas iglesias, sus verdaderas catedrales están a cielo abierto. Son las cervecerías al aire libre, donde un publico variopinto disfruta de la vida bajo ancestrales castaños. Aquí las terrazas se llaman bodegas (keller), porque aunque los fabricantes almacenaban sus cervezas en el frescor subterráneo, pronto se les ocurrió despacharlas directamente sobre le terreno. Los dueños de las tabernas protestaron y entonces el rey Luis I sentenció que, si bien se permitía servir cerveza en las terrazas, los productores no podían servir comida. De esta manera, todos aquellos que quisieran acompañar sus jarras con viandas deberían llevarlas consigo. Así fue el comienzo de una tradición sagrada para los muniquenses hasta el día de hoy, que incluso permite a quien quiera conocerla mejor participar en un (previsible que se ofrezca como años atrás) recorrido por el recinto en castellano. Sin embargo la capital bávara tiene mucho que ofrecer y durante todo el año destapa sus mas de ocho siglos de historia. Y ya sea invierno o verano, siempre con una jarra en la mano.