Viajar a Estambul, la única ciudad del mundo construida sobre dos continentes, es siempre un lujo. Tanto si lo hacemos en una compañía de bajo coste como si llegamos a la ciudad después de haber volado en un jet privado o sentado en un asiento de primera clase. Sin embargo, a finales de 1800 los pasajeros que buscaban este lujo, procedían de París y se desplazaban en el recién inaugurado Orient Express. Como Constantinopla era el final de destino, necesitaban de un pomposo establecimiento acorde a sus exigencias. Entonces se alojaban en el Pera Palace, pues solo este hotel estaba a la altura de los mejores establecimientos hoteleros de la capital francesa. De hecho, fue el primer gran inmueble de la ciudad en disponer de electricidad y agua caliente. Por los salones del Pera Palace han ido desfilando grandes personajes.
Aún hoy algunas de sus habitaciones superiores y suites están dedicadas a ellos. La habitación tipo córner más divine lleva por nombre Greta Garbo, y todas sus suites están referenciadas a personalidades del cine y de la literatura: Mata Hari, Alfred Hitchcock, Ernest Hemingway o Pierre Loti. Curiosamente la 411 no es su habitación más lujosa, pero sí la más solicitada. En ella se alojaba siempre Agatha Christie y se cree que allí escribió una de sus más célebres novelas: Asesinato en el Orient Express. Todas están abiertas al público. Bueno, todas menos una, la 101, que corresponde a Mustafá Kemal Ataturk, el padre de la nueva Turquía, y hoy convertida en un pequeño museo. Sin embargo, y pese a alojar a tan ilustre clientela, el Pera se había quedado desfasado para competir con las grandes cadenas internacionales que han abierto en los últimos años. Por ello, y tras dos años de reformas y 23 millones de euros de inversión, con su reapertura (este mes se cumple el décimo aniversario) se consolida como referente de lujo en la ciudad: Habitaciones amplias y renovadas y que aún conservan objetos originales -mármoles de Carrara o lámparas de Murano-. Con un lujoso spa de 380 metros cuadrados y un gran restaurante, llamado Agatha que ofrece deliciosos platos de cocina turca, francesa o italiana, en homenaje a las paradas del Orient Express: París, Venecia y Estambul. Y que por cierto, a pesar del lujo, permite una vestimenta tipo informal en el comedor.

