Nada más pisar el aeropuerto de Ginebra, uno se da cuenta de que está en la capital de la banca y de los relojes por los numerosos anuncios y grandes anuncios que allí se encuentran. Esto nos hace pensar que en Ginebra abunda el dinero. Basta llegar a la orilla del lago Leman y observar los hoteles de lujo, los barcos de recreo y los edificios señoriales con letreros de grandes marcas en lo alto de sus tejados. Es parte de su encanto. Si a esto añadimos que es sede de grandes organismos internacionales, como la sede de la oficina de las Naciones Unidas, podemos intuir que es una ciudad con una hotelería un tanto cara. Eso sí, quizás para atraer turismo, cuando se aloje en un hotel, albergue juvenil o un camping en el cantón, recibirá la Geneva Transport Card de forma gratuita.
Para empezar a economizar en las visitas, conviene adquirir la Geneva City Pass, una tarjeta para disfrutar de varias atracciones destacadas. Ese carácter internacional de la ciudad, pues hay más de 190 nacionalidades diferentes, hace que exista gran variedad de restaurantes: desde los estrellas Michelin hasta aquellos otros para comer el clásico menú de hamburguesa, patatas y bebida, a unos 20 euros al cambio.
A orillas del Leman
Conocida como la ciudad de los parques, posee alrededor de 50 y ahora en otoño nos deslumbra por los diferentes tonos verdes, rojizos y pardos de sus jardines. Además del Jardín Anglais, el centro de la ciudad contiene el Promenade des Bastions, donde se encuentra el famoso muro de los Reformadores y un ajedrez gigantesco. Sin embargo la mayoría de los parques se encuentran a orillas del lago Leman. En la orilla izquierda se encuentra el Euax-Vives y La Grange -este último contiene las ruinas de la villa romana y un precioso jardín de rosas-. A pocos metros se encuentra el reloj floral, muy cerca del puente que une las dos partes de la ciudad. Y ya en la margen derecha se encuentra el parque de Ariana, que rodea el museo del mismo nombre y el Palais des Nations. Esta variedad de colores, la excelente ubicación junto al lago y la visita a la montaña más alta de Europa, Mont Blanc, hace imaginarnos que en esta gran urbe la naturaleza afortunadamente sigue intacta.

Parque de La Grange