Una de las calles más castizas de Madrid es, sin duda, la calle de Alcalá. Su trazado se extiende a lo largo de 11 kilómetros, pero es en el tramo de la Puerta del Sol a Cibeles donde se encuentran los edificios más peculiares, antaño sedes de grandes aseguradoras y bancos.
Admirables ménsulas en forma de cabeza de elefante coronan la que fue sede del BCH, dos hermosas cuadrigas romanas enaltecen el edificio del BBVA, en cuyo bajo se encontraba el café Suizo, lugar de reunión de intelectuales y donde se dio nombre, dicen, al bollito de leche. Sin bajar la vista, allí está la escultura del que fue el primer rascacielos de Madrid, el de la Unión y el Fénix; y al lado, el Metrópolis, con su cúpula pompiere, que remite a los cascos de los bomberos franceses. Bajando, en la antigua sede del Banco Central (hoy Instituto Cervantes), cuatro cariátides saludan, como recuerda el chotis, a la florista que viene y va con los nardos apoyaos en la cadera.
Ya se sabe, de Madrid al cielo… y mirando para él.