Acabo de releer el libro Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio. Su creador, Hergé, llevó al joven reportero por medio mundo. Su mirada minuciosa retrató una etapa del XX. Acontecimientos históricos, inventos revolucionarios, lugares exóticos… todo tiene cabida en la obra de un genial dibujante que supo elegir los acontecimientos que harían historia. Tan pronto estaba en el país de los soviéticos como llegaba al montañoso Tíbet, o se convertía en brujo del antiguo Congo Belga como en un auténtico quechua que recorría los Andes peruanos. Le daba igual volar a Sídney en vuelo regular 714 que aterrizar con un cohete espacial en la Luna.
Este belga de nacimiento también quiso reflejar su ciudad natal, Bruselas, en sus viñetas. La forma del propio Palacio Real y sus jardines, los edificios de la célebre avenida Louise, el mercadillo donde descubre un viejo modelo del unicornio o el museo del cincuentenario son algunas de las referencias a esa capital. Bruselas es hogar del legado de Tintín más completo del mundo. Las calles, museos, cafés llevan la impronta de Hergé. Paseando por la ciudad encontramos murales-viñetas, como el de la Rue de Létuve y el de la estación de Midi, de Tintín con su inseparable perro Milú. En el museo de las figuritas originales encontramos singulares obras de arte, como el vaso de Tintín, el sarcófago de los cigarros del faraón o las estatuas a tamaño natural de los personajes. El centro belga del cómic es la cita para conocer cómo surgió este tebeo infantil: contiene 90.000 referencias relacionadas por el cómic y allí nos contarán, entre otras curiosidades, que el nombre de la primera novia de Hergé fue Milou. Como o can…