Capuletos y Montescos

Las ciudades de Ámsterdam, Aveiro, Xochimilco, Suzhou y Alappuzha tienen, entre otras, algo en común. Son conocidas como «las otras venecias».

Pero sin duda, la original y la que fascina al mundo es la italiana. Debemos empezar a planificar un viaje, dentro de esa nueva normalidad, para conocer la ciudad de los canales por excelencia. Tras aterrizar, en el mismo aeropuerto podemos coger el autobús que nos llevará hasta la Piazzale Roma. Una vez allí, lo mejor es tomar un vaporetto —el bono de 4 días sale bien— para tener un primer contacto con la ciudad, disfrutando del recorrido por el Gran Canal. Quizás el mejor punto para empezar la visita sea la plaza de san Marcos con su admirada basílica y el palacio ducal. Y si existen canales, también existen puentes. Si el de los Suspiros es el más conocido, siguiendo los carteles amarillos y sorteando a los turistas por las estrechas callejuelas se llega al más antiguo y encantador de la ciudad: el de Rialto. Aquí, ya en pleno barrio de san Polo y siguiendo una buena costumbre veneciana, hay que pedir un Spritz para calmar la sed antes de cenar en alguna trattoria. Y aún deberá reservarse tiempo para disfrutar de los museos, para pasear sentado en una góndola con serenata incluida o para realizar una excursión en lancha motora a las islas próximas de Murano, Burano y Torcello. Y quién sabe si después de patear la ciudad, ya sentados en el avión de regreso a casa, cantaremos aquello de «…qué profunda emoción recordar el ayer…».

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