Uno de los muchos atractivos de Bélgica es, además del chocolate, su cerveza. Las abadías que salpican todo el país siguen elaborando esta bebida de forma tradicional y es habitual ver a personas muy mayores bebiendo grandes jarras de birra como quien los ve en España dándole café con leche. Lo habitual es que cada una de esas cervezas belgas tengan su propio vaso personalizado, según su temperatura y densidad, toda una tentación para los coleccionistas o los turistas que buscan llevarse un recuerdo original a sus casas.
El problema es que esos vasos no son gratuitos y los robos constantes han propiciado que los dueños de los establecimientos de hostelería hayan tenido que idear diversas fórmulas para evitar que los recipientes salgan por la puerta de sus locales camuflados en bolsos o mochilas. Uno de los métodos más originales ha sido el que lleva poniendo en práctica un tiempo el Dulle Griet, un bar de Gante. Y donde te explican a pedir la birra, que “cualquiera que beba nuestra cerveza de la casa debe entregar su zapato”. Y te aclaran que lo colocamos en una cesta que levantamos contra el techo. Se ha convertido en una atracción, pero para nosotros sigue siendo una garantía. El propietario se justifica diciendo que “ las jarras son bastante caras porque las hemos hecho especialmente para este bar”.
Ese día fíjense que no tengan ningún “tomate” en el calcetín, por favor.